Divina Denise Quiñones como "prostituta"

Por Rosalina Marrero-Rodríguez   02/04/2019 |11:45 p.m.

El silencio del público que llenó el domingo en la tarde la Sala Experimental Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes en San Juan era prueba inmediata de que la actriz lo tenía cautivo en su ir y venir por aquel cuarto que convirtió en su universo. (Suministrada)

Se crece como actriz en la pieza que presenta en el Centro de Bellas Artes de Santurce.
El nombre de Denise Quiñones trascendió públicamente desde el ámbito de los certámenes de belleza y enseguida conquistó trayendo a la Isla la cuarta corona de Miss Universe.

Desde ese momento, sus objetivos estuvieron claros: desarrollarse en las artes musicales y escénicas, sin abandonar la moda y belleza que tan naturales se le dan.

El camino no se le abrió de golpe, lo trabajó. Supo identificar oportunidades que le sumaran a su desarrollo artístico y la proyectaran ante el público como una mujer versátil, disciplinada y arrojada.

El teatro, el cine e íntimos escenarios la comenzaron a acoger, ya no solo como la ex Miss Universe, sino como la artista. Es un reconocimiento que ella asume con la misma sencillez que exhibió desde el 2000 cuando se coronó como la mujer más bella de la Isla.

El año pasado, en medio de la pesadumbre que todavía predominaba en el País le llegaron tres oportunidades que afianzaron su carrera en la escena local: el monólogo Divina prostituta, la dirección del certamen Miss Puerto Rico Universe y el musical Mamma Mia!. Ninguno le quedó grande.

El pasado 25 de enero volvió a ponerse el vestido rojo y a pintarse los labios del mismo color, como le solicitó uno de sus clientes, para entrar en la piel de “Rosa”, el personaje más complejo que ha encarnado hasta ahora.

“Es uno de los pocos o me atrevería decir que el único que me he enfrentado a él con un poco de resistencia y es porque es una realidad tan dolorosa que meterse ahí como actriz, como ser humano, como todo, no es placentero, duele”, reconoció a este diario del reto que le puso en sus manos el productor Giovanni Haddock.

“Rosa”, vista por encima, es una prostituta, huérfana desde niña, que entró a un hogar de monjas junto a su hermana. Se enamoró una sola vez y de ese amor tuvo un hijo que apenas ve una vez al mes, porque el resto del tiempo tiene que ganarse el sustento como trabajadora sexual. En su interior late el corazón de una mujer, con fortalezas y debilidades, y un profundo amor por un Cristo (obra de Pedro Adorno) que cuida, abraza, cuestiona y honra en su habitación, porque es uno de los tres hombres que la mantienen viva. Los otros dos, son el recuerdo de su primer amor, Javier, y su hijo.

La actuación de Quiñones, dirigida por Gary Homs, es tan convincente, conmovedora y cautivante que consigue que el público vea simplemente a “Rosa”, sin juzgarla por sus duros cuestionamientos a la doble moral de los líderes políticos y de la Iglesia, más bien valorarla por la belleza humana que trasciende su desgracia.

El silencio del público que llenó el domingo en la tarde la Sala Experimental Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes en San Juan era prueba inmediata de que la actriz lo tenía cautivo en su ir y venir por aquel cuarto que convirtió en su universo.Divina prostituta, original de José Luis Marín y adaptada por Carmelo Santana, se despidió con una merecida ovación para Quiñones, una actriz probada que merece mayor exposición en las tablas nacionales.

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