17/06/2019
Por Manuel G. Avilés Santiago
lunes, 17 de junio de 2019
Desde hace casi una década, el Miss República Dominicana lleva incluyendo entre sus candidatas a jóvenes que representan a varias comunidades diaspóricas, tales como Miss Comunidad Dominicana en Estados Unidos y Miss Comunidad Dominicana en Italia. En Puerto Rico, a pesar de que gritamos a los cuatro vientos el verso corretjeriano “Boricua hasta en la luna”, la reacción de un sector de la población a selección de Madison Anderson-Berríos como la nueva Miss Universe Puerto Rico revela la ansiedad que provoca la diáspora como interlocutora de nuestra identidad nacional.
Un sector de la sociedad despacha a Madison como “gringa” no solo por su fenotipo, sino por su apellido paterno. Pero históricamente, esta no es la primera reina con apellidos estadounidenses: Sonia Stege-Chardón (1974), Ada Perkins-Flores (1979, Q.E.P.D), Elizabeth Robinson-Latalladi (1986), Laurie Simpson-Rivera (1987) y Desiree Lowry-Rodríguez (1995) son tan solo algunos ejemplos.
Desde una perspectiva de narrativa, existen varias ex Miss Puerto Rico cuyas historias migratorias revelan lo complicado, transnacional y la imposibilidad de una identidad puertorriqueña “pura”. Así lo evidencian historias como las de Lourdes Mantero-Hormazabal (1983) de ascendencia peruana; y Deborah Carthy-Deu (1985), Catalina Villar-Ruiz (1989) y Catalina Morales-Gómez (2015) de ascendencia colombiana.
El que a un sector de la sociedad le incomode el triunfo de Madison porque entiende que su desempeño en la primera ronda de preguntas no fue el mejor o porque quisiera ver otros tipos de belleza coronarse es más que comprensible. Sin embargo, en el caprichoso ejercicio de asignar identidades y decir quién debe, quién puede y quién no debe representarnos, debemos contextualizar, problematizar y llevar a cabo un análisis crítico de nuestras posturas.
En un escrito de mayo de 2018 colgado en Instagram, Madison escribe: “Mi madre fue mi primer país. El primer lugar donde viví”. El propósito del mensaje fue homenajear a su madre, Belinda Berríos. Me llama la atención el escrito porque de todo lo que se ha dicho o debatido sobre Anderson-Berríos, esas dos oraciones logran hacer un reclamo íntimo de su puertorriqueñidad, identidad conferida desde su madre, una mujer puertorriqueña, ex reina de belleza (Miss Puerto Rico Turismo 1986), y quien al igual que muchos de nosotros, forma parte de la diáspora boricua.
https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/missdiaspora-columna-2499978/